El coronel no tiene quien le escriba
- Edgar Romero
- 17 feb 2016
- 1 Min. de lectura

Posiblemente una de las mejores obras literarias que haya leído en la vida. Definitivamente, Gabriel García Márquez fue un genio de la literatura.
La esperanza, la añoranza y la mentira juegan con ese coronel que espera el pago de una pensión que tarda en llegar. Constantemente va a donde llega el correo para corroborar que se acordaron de su deuda.
La esperanza la tiene en un gallo, o lo vende o lo echa a la suerte en alguna pelea.
Su esposa, asmática, trata de sacarlo de ese letargo en el que se encuentra sumergido el coronel; y para subsistir, después que su hijo fue acribillado a balazos, se ve obligada a vender las pocas cosas de valor que tiene.
El valor de esta obra radica en el potencial humano que le otorgó García Márquez. Descripciones inigualables que nos sitúan en el tiempo y el espacio, por allá por 1956 en la costa atlántica colombiana.
También tuve la oportunidad de ver en teatro esta historia, una puesta en escena de la agrupación venezolana Rajatabla.
Tremendo espectáculo, un gran homenaje a ese relato, a ese coronel, a esa señora desesperada y, en especial, al Gabo.
De hecho, recibió buenos comentarios de parte del autor del libro, cuando tuvo la oportunidad de ver la obra en México, en la década de los 90 del siglo pasado, dijo: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi. De veras”.
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