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Caracas, Caracas

  • Edgar Romero
  • 16 feb 2016
  • 2 Min. de lectura

Foto joaquin Pons Sampedro - Flickr

Cuando en el exterior dices que eres de Venezuela, una de las cosas que suele hacer el interrogante, después de preguntar si eres chavista o no, es cantar ¡Caracas, Caracas, como me gusta esa ciudad!

A partir de entonces hay que explicar que esa canción no es venezolana, ni cantada por ningún venezolano, que además, no solemos identificarnos con ella.

La canción es del Binomio de Oro, una agrupación colombiana de vallenato, y solía cantarla el ya fallecido Rafael Orozco.

Y aunque la canción no me relacione con esta hermosa ciudad, siempre me queda la frase ¡Caracas, Caracas! Si, cada vez que pienso en ella, la menciono dos veces.

Tuve la oportunidad de vivir en la capital venezolana en dos oportunidades de mi vida. De 2006 a 2008 y de 2011 a 2015. No descarto la tercera.

En ambas oportunidades estuve por cuestión de trabajo. En Venezuela, Caracas es el mejor lugar para ejercer el periodismo, desde mi punto de vista; hay más empleo, creo que como en casi todas las capitales del mundo.

Caracas es rara (ni en mal ni en buen sentido). Suele regalarte momentos mágicos, amigos inigualables, te sube a las nubes, te hace prosperar; pero también suele darte situaciones desagradables, arrancarte tus cosas en un instante, dejarte desnudo en un simple abrir y cerrar de ojos. Las dos veces que me despedí de esta urbe, la inseguridad jugó un papel importante en mi decisión.

Amo a Caracas

Pero mentiría si digo que no quiero a Caracas; me encanta esta ciudad.

Amo sus teatros: Teresa Carreño, Bolívar, Municipal, Principal, Nacional y otros tantos en los que pude disfrutar de magnífica puestas en escena. Creo que la mejor obra que he visto en mi vida ha sido El coronel no tiene quien le escriba, de la agrupación Rajatabla y la vi ahí, en Caracas.

Amo sus museos: Bellas Artes, Ciencias, de Arte Contemporáneo, Cruz Diez y los itinerarios que de vez en cuando uno se encuentra en las estaciones del Metro.

Amo sus parques: Francisco de Miranda, Caobos, Los Chorros (que está bien escondido).

Amo el Ávila, ahora Waraira Repano, su teleférico, el aire puro que refresca a toda la ciudad. Así como el Jardín Botánico el Paseo Los Próceres.

Amo muchos de sus bares, en especial algunas taguaras de esas que abundan por Sabana Grande o aquellos que ahora se especializan en vender cocuy y tragos a base de éste.

Y bueno, amo su gente, esa que anda apurada todo el tiempo, que camina rápido, que de los momentos más apretados sale con algún sarcasmo y hace reír a quienes tiene a su alrededor.



 
 
 

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