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Navidad en el exterior: Quito, Ecuador

  • Foto del escritor: egarounico
    egarounico
  • 4 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

En mis 31 años, es la primera vez que celebro navidad fuera del país y sin mi familia. Me reuní con amigos que también emigraron a Quito, Ecuador.

Cuatro días antes, hicimos hallacas, con la experiencia que cada uno trajo de su casa; paradójicamente, en un país donde no se consume éste (nuestro) plato navideño, pudimos encontrar absolutamente todos los ingredientes en un mismo lugar, un mercado tradicional llamado Iñaquito (hay muchos como ese en la ciudad). Lo más complicado fue hallar las hojas, tocó madrugar para llegar a ese sitio, donde una sola vendedora las tenía y a quien los venezolanos se las arrebataban apenas salía el sol.

En nuestro plato también estuvo la ensalada de gallina y un trozo de pernil (faltó el pan de jamón, que lo llevaría otro venezolano, pero la fecha hizo estrago en su mente y la tristeza no le dejó salir a compartir; entiendo que no es fácil estar fuera de casa).

Esta cena de navidad entre amigos fue un poco extraña, sin escuchar un solo juego pirotécnico en toda la noche, ni los ya tradicionales tiros, únicamente el sonar de unas campanas de una iglesia cercana constantemente. También nos acompañó la noticia que los tres volcanes más activos del Ecuador –Cotopaxi, Tungurahua y Reventador- registraron movimientos en la víspera de navidad.

Algo que imitamos de los quiteños fue la compra de una funda (bolsa) de chucherías que venden en todas las tiendas, supermercados, kioscos, aceras y otros lugares en esta fecha. Vale un dólar y la usamos para jugar a nuestro acostumbrado amigo secreto.

En Quito se come pavo en estas fechas, pero lo preparan locales y especialistas en el tema. Puede ser sustituido por pollo relleno (mucho más económico) u hornado con agrio, cerdo horneado acompañado con una salsa que se prepara con tomate, cebolla, panela, mandarina o limón, los acompañantes pueden variar (plátano, pequeñas arepitas, ensaladas). En muchos hogares, previamente, toman sopa.

De postre, comen pristiños, una especie de anillos fritos hechos de masa de harina de trigo, huevos, vainilla, azúcar, polvo de hornear, sal y agua. Tiene un intenso sabor a anís y miel de panela. Al servirlo, se intenta simular la corona de espinas que tuvo Jesucristo en su calvario.

Los quiteños brindan con canelazo (que probé la noche de la celebración de la independencia en agosto y en las fiestas de Quito, a principios de diciembre), una bebida caliente que resulta al hervir agua, canela, azúcar, clavo de olor y un poco de anisado. Tradicionalmente se toma para combatir el frío que hace en la sierra ecuatoriana, aunque este año la temperatura está alta.

Los ecuatorianos me han insistido que para ellos es más importante la fiesta de año viejo y nuevo, que la navidad; en algunos lugares ya se observa la venta del monigote (que se puede hacer en casa), un muñeco hecho con cartón, aserrín, ropa vieja u otro material, que queman el 31 de diciembre cuando esté a punto de expirar el año. Es una manera de dejar atrás todo lo malo sucedido durante los últimos 12 meses.


 
 
 

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