Una breve visita al impresionante Santuario de Las Lajas
- egarounico
- 9 ene 2016
- 2 Min. de lectura

Viviendo en Quito, Ecuador, no imaginaba que tenía a Colombia tan cerca. La noche de un viernes, unos amigos me invitaron a viajar al siguiente día a Ipiales, departamento colombiano de Nariño. Acepté. Resultó que el viaje era de apenas cuatro horas en autobús, por lo tanto volveríamos el mismo día.
Nos encontramos en la terminal terrestre de Carcelén, al norte de Quito y viajamos hasta Tulcán. En esa ciudad, un taxi nos llevó hasta el puente fronterizo Rumichaca. Embarcamos en otro taxi, ya colombiano, y en 10 minutos ya estábamos en el centro de Ipiales.
Mis amigos aprovecharon para comprar algo de tecnología, debido a que en esa ciudad se encuentran hasta a mitad de precio, en comparación con Ecuador.
Caminando, nos advirtieron que no podíamos regresarnos sin ir al Santuario de Las Lajas. Nos indicaron donde tomar el carro que nos llevaría hasta ese lugar y cogimos rumbo.
A mitad de camino hay un teleférico que baja hasta el santuario, pero decidimos continuar en auto.
El carro nos dejó en un punto y el resto lo debimos bajar caminando. Por el camino vimos cientos de placas de agradecimiento, que durante años feligreses han dejado.
Acercándonos a la edificación entendí la recomendación que nos habían hecho, llegábamos a un lugar majestuoso, impresionante a la vista, increíblemente construido.

El santuario está situado en el cañón del río Guáitara. La altura del templo, desde su base hasta la torre es de 100 metros, y el puente, que tiene al frente, mide 50 metros de alto por 17 metros de ancho y 20 metros de largo.
"Mamita, la mestiza me llama"
Según la historia, en 1754 la imagen de la Virgen del Rosario fue descubierta por una indígena llamada María Mueses con Rosa, su pequeña hija, cuando se dirigían de Ipiales a su casa en Potosí.
Ocurrió que ambas tuvieron que refugiarse en una de las cuevas de la zona para descasar. La niña, que hasta ese momento era considerada sordomuda, expresa: "Mamita, la mestiza me llama". Desconcertada, la madre mira al frente y no sale del asombro al ver en la peña la reluciente imagen de la virgen y a su hija por primera vez escucharle hablar.
Al principio, los párrocos de las aldeas cercanas no creen la historia de la mujer. Le atienden, cuando la gente se da cuenta que la niña habla y escucha. De inmediato deciden orar y peregrinar hasta la peña, donde efectivamente ven a la imagen de la virgen.
La edificación que vemos en la actualidad, construida al principio del siglo XX, sustituyó una capilla que databa del siglo XVIII.
Es una iglesia de piedra gris y blanca de estilo neogótico. Cuenta con tres naves construidas junto a un puente de dos arcos que cruza sobre el río y que hace de atrio o plaza del santuario.
En la parte de abajo está un museo y una pequeña capilla, a mi parecer la más hermosa, donde luces de colores le otorgan mayor majestuosidad.
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