Un privilegio ser sepultado en Tulcán
- Edgar Romero
- 8 ene 2016
- 1 Min. de lectura

Aunque suene un poco alocado, ser sepultado en el cementerio de Tulcán, provincia de Carchi, al norte de Ecuador, es un privilegio.
El camposanto José María Azael Franco Guerrero es visitado cada mes por unos 1500 turistas, fuera de los familiares de los más de 14.000 fallecidos que ahí reposan.

Desde hace 31 años, este cementerio es Patrimonio Cultural del Ecuador. Este reconocimiento se otorgó por la majestuosidad del lugar, adornado por árboles de ciprés a los que se le han dado diferentes formas.
La labor de hacer figuras con estos árboles lo comenzó Azael Franco por 1936. Algunos de los primeros arbustos trabajados aún se conservan en la zona del cementerio llamada Camino al cielo o Camino al Infinito, donde simulan un caracol.
Día a día estos árboles son retocados para mantener las figuras intactas. En el camposanto se pueden encontrar formas de búhos, cruces, patos, pirámides, entre otras.
Actualmente, Guillermo Benavides dirige a los escultores del cementerio; es el tercero que lo hace, luego que Francisco Franco Carranco dejara la batuta que le había pasado su padre.

Si desean visitar el camposanto, está abierto de 07:30 de la mañana a 05:00 de la tarde. Ofrecen servicio de guía gratuito.
Desde Quito, en caso que estén de visita en la capital ecuatoriana, son tres horas de camino. El autobús se puede tomar en la terminal de Carcelén, al norte de la ciudad.
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