Mi experiencia en el Roraima
- egarounico
- 5 ene 2016
- 5 Min. de lectura

Este relato es una deuda. Fui al Roraima en noviembre de 2014 y había olvidado escribir al respecto.
Tomé vacaciones en mi trabajo a finales de octubre de ese año. Decidí seguir conociendo los puntos de mi país a los que nunca había ido. Así que un día llené mi mochila montañera, con todo lo que consideré necesario y agarré camino.
Para entonces vivía en Guarenas. Llegué hasta el terminal de Oriente, en Caracas y tomé un autobús que me llevó hasta Maturín y continué la misma noche hasta Caripe, donde visité, al otro día, las Cuevas del Guácharo (hablaré al respecto en otro post). Posteriormente me fui a Tucupita, en el estado Delta Amacuro, para conocer esta alejada ciudad.
Mi periplo hacia el Roraima comenzó desde Tucupita. Tomé un carro particular, con otros tres pasajeros, que me llevó hasta ciudad Bolívar, llegué a ese lugar en la mañana de un sábado y había acordado encontrarme con el guía a las 06:00 de la tarde en la terminal terrestre.
Dejé mi mochila en la terminal y salí a recorrer Ciudad Bolívar. Conocí el museo de Angostura, el mirador Angostura, el Centro Histórico, la casa de San Isidro (donde se hospedó Bolívar y escribió el discurso que pronunció ante el Congreso de Angostura), el Fortín el Zamuro y el museo Jesús Soto.
Terminé mi recorrido y me encontré en la terminal con mi guía. En ese momento conocí con quienes más haría el trekking; supe que solo seríamos dos los turistas, la brasileña Desirèe Luíse y yo.
Tomamos un autobús en Ciudad Bolívar que nos llevó hasta San Francisco de Yuruani, a donde llegamos al otro día a las 06:00 de la mañana.

Teníamos pensado comenzar el trekking ese mismo día, pero nuestro guía nos dijo que necesitaba más comida para los días que estaríamos arriba. Aproveché para conocer parte de la Gran Sabana donde ya estaba inmerso. Junto a Desirèe recorrí los parajes cercanos a San Francisco. Luego fui solo a la quebrada de Jaspe, una pequeña cascada que cae sobre una piedra semipreciosa llamada Jaspe, cuyo color es rojizo.
Primer día
Pasamos el resto del día en San Francisco, dormimos en una posada y al otro día, salimos de esa población. Tomamos un carro rústico que nos llevó hasta el poblado indígena Parai Tepuy, ubicada a unos 1.200 m.s.n.m. Desde ese punto comenzó la primera caminata rumbo al Roraima, avanzamos durante unas cuatro a cinco horas (las suficientes). Al principio salimos contentos, en el primer cerro casi me desmayo (no tan literal) por la inclinación tan fuerte que tenía y los resbaladizo que estaba debido a que había llovido, lo cómico es que resultó ser la subida más liviana que me esperaba.
Durante el camino tuvimos fuerte sol (para lo cual requerimos protector) y lluvia (para eso llevamos impermeables). Igual eso no fue impedimento para tomar lindas fotografías y grabar buenos videos.
Paramos en la primera estación del camino, el Campamento Kukenan a 1.050 m.s.n.m. En ese lugar armamos nuestra carpa, nos bañamos en el río Tek y el guía nos sirvió la cena. Compartimos en ese lugar con otros turistas que bajaban y algunos iban en el mismo sentido que nosotros.
Segundo día
A la mañana siguiente, el guía nos despertó para darnos desayuno, preparamos las maletas nuevamente, cerramos las carpas y emprendimos la segunda caminata. Atravesamos el río Tek y luego el Kukenan, este último es ancho y se debe pasar en medias o con zapatillas antiresbalantes.
Continuamos por cuatro o cinco horas más, la subida comenzó a incrementarse, por momentos me sentí sumamente débil, pero apliqué un método que me sirvió para relajarme: cantar.
Continúe mi caminata cantando, descansando de tanto en tanto, tomando mucha agua, capturando paisajes y hablando un poco con Desirée.
Llegamos al segundo campamento, llamado Base, a 1870 msnm. Ubicamos un lugar para desplegar nuestra carpa, que armamos; almorzamos y luego fuimos a darnos un baño en un río cercano, donde la temperatura era sumamente baja, fue difícil, pero placentero ese aseo. Cerca de la noche cenamos, conversamos con otros turistas y a dormir.
Tercer día

A la mañana siguiente, nuevamente el guía nos despertó con el desayuno. Comimos, ordenamos nuestra carpa y maletas y comenzamos la tercera y definitiva caminata.
Desde el principio fue muy difícil esta etapa del camino, nos sumergimos en un bosque tropical con pronunciadas subidas. En ocasiones me tocó agarrarme de raíces o piedras para lograr avanzar.
Llegamos a la pared del tepuy, me habían dicho que desde ese punto sería más fácil pues caminaríamos casi horizontalmente. No fue así, las subidas y bajadas complicadas continuaron. Pasamos un lugar llamado las lágrimas, induje que por dos razones: porque caía una pequeño chorro de agua y por lo difícil de atravesar esa montaña de piedras que se deslizaban.
Unos 30 minutos después, y tras unas tres horas o cuatro horas de caminata estaba en la cima del Roraima. Fue sumamente gratificante llegar, tanto para poner fin a la caminata, como por llegar a un lugar mágico.

El guía nos llevó a uno de los hoteles (así llaman a los espacios donde se pueden poner carpas en el tepuy). Nos ubicamos bajo una semicueva, donde pudimos compartir con otro grupo. Armamos cuatro carpas para dos personas cada una y almorzamos.
Luego salimos a explorar. Vimos piedras que se parecen a una tortuga o a una cabeza de dragón. Regresamos al hotel donde cenamos, jugamos, conversamos y nos acostamos a dormir. Las temperaturas en la cima del tepuy pueden bajar a 5º centígrados en la madrugada.
Cuarto día
Este día fue de exploración, caminamos sobre el tepuy. Fuimos a la ventana, pero la niebla no nos dejó apreciar nada. Es cuestión de suerte.
Llegamos hasta el punto más alto, también estaba nublado; pero pudimos sonreír cuando por unos 10 minutos se despejó todo y observamos toda la sabana desde el Roraima, fue mágico, el momento de la toma de mayor número de fotografías y hasta dio chance de reflexionar un poco.

En la caminata también nos encontramos con jacuzzis, pequeños jardines y grietas maravillosas. Algunas personas van a la triple frontera (Brasil, Venezuela y Guayana), yo no quise hacerlo.
Más tarde, en el hotel, volvimos a compartir con el resto de los turistas, comimos, jugamos y hasta cantamos “libre soy, libre soy”, canción que se nos quedó pegada por un buen rato, pero que nos sacó muchas risas.
Este día es el mejor de todos, sobre el tepuy, contemplando esta majestuosidad que Dios nos regala. Desde el Roraima se ven otras formaciones rocosas maravillosas.

Quinto día

Una vez que desayunamos, comienza el descenso. No es tan fácil como parece. Bajar es tan o más complicado que subir. Se debe tener cuidado con las piedras o pedazos de tierra que se deslizan.
En el campamento Base almorzamos, descansamos un poco y continuamos la caminata.
Llegamos al campamento Kukenan, armamos nuestras carpas, nos bañamos en el río cercano, cenamos y dormimos.
Sexto día
El último día, tras desayunar, continuamos nuestra caminata hasta el poblado indígena Parai Tepuy. En ese lugar nos espera el rústico que nos lleva hasta San Francisco de Yuruani.
Almorzamos y tomamos el autobús hasta Ciudad Bolívar. Me tocó llegar en la madrugada y hospedarme en un hostal junto a Desirée.
Que nunca falte La Llovizna

Al otro día, como tenía pasaje para regresar tarde para viajar, me fui con mi ahora amiga brasileña a Ciudad Guayana, a Puerto Ordaz específicamente.
En esa ciudad visitamos La Llovizna, uno de mis parques favoritos del mundo.
No despedimos y cada uno tomó su camino. Fue un excelente viaje.
Recomendaciones
Llevar ropa ligera, pero a su vez abrigada; linterna, protector solar, zapatillas antiresbalantes, un envase para el agua (se recarga en los ríos que tienen agua cristalina) y dulces.
No dejen de llevar una buena cámara y algún dispositivo para escuchar música, que sirve para relajarse en las caminatas.
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