Las dunas de mi tierra
- Edgar Romero
- 19 ene 2016
- 1 Min. de lectura

Recuerdo cuando cantaba:
“Bajo el claror de la luna, sobre las tibias arenas, entre cardones y tunas, un chuchube modula un cantar. De otros distantes paisajes se oye un concierto de besos, es el mar que con su oleaje viene la playa a besar”
Y el canto se aceleraba cuando entonaba:
“Los cujíes lloran de dolor en mi vida mustia de esperar, las caricias de un lejano amor, que ha dejado en mi perigrinar, y en la ruta que marca el destino sobre las arenas que caminos dolorosamente se alargan sombras sobre el medanal”.
Es la canción Sombra en los Médanos, del músico y compositor falconiano Rafael Sánchez López, más conocido como Rafuche.
Esa canción evoca a uno de los puntos naturales y turísticos del estado Falcón, al occidente de Venezuela, los Médanos de Coro.
Soy de esa tierra, nací en Coro, pero crecí en la sierra falconiana. Sin embargo, ese canto, esa tonada huele a terruño, huele a esas áridas arenas que se extienden por 30 kilómetros de largo por 5 de ancho, unas 91.000 hectáreas aproximadamente.
Ese desierto, pequeño en comparación con los que se encuentran en África y Asia, es una parada obligatoria para quienes transitan cerca.
De niño, cuando iba a Coro, mis tías o mis primos me llevaban hasta los médanos. Por horas, dábamos vueltas en la arena o simplemente nos acostábamos a sentirla en el cuerpo. Un momento agradable, sin duda.
Pasaron muchos años para que volviera. En enero de 2015 fui con unos primos y sus niños. Por un largo instante volví a ser un adolescente, salté, me di vueltas, me arrastré, intentamos tocar la luna. Miles de recuerdos se me vinieron encima, añoranza de la bonita.
Creo que me divertí más que los niños, que en ningún momento dejaron de jugar con la arena (veáse la primera foto).
Un lugar para no olvidar jamás.
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