La costumbre de subir a la cueva
- egarounico
- 14 ene 2016
- 1 Min. de lectura

Escribir esto me pone nostálgico. No hay nada mejor que recibir el año en familia, con unas 100 personas a tu alrededor.
Y mejor aún, no hay nada mejor que tener la costumbre de repetir la escalada a la cueva de Hueque, por allá por la sierra falconiana, con este montón de gente.
Cada primero de enero la familia Romero (de la que formo parte) de Aracua, en Falcón, a eso de las 10:00 de la mañana salíamos en un camión alquilado a las Cataratas de Hueque, una bonita caída de agua bien fría.
Más que ir a bañarnos en las heladas aguas, nuestro reto de inicio de año era subir a la cueva.
La cuesta es difícil, no todos rinden igual. Algunos avanzamos más rápido que otros. Hay que ayudar a quien no pueda. Una cosa de familia.
La primera vez que subimos (yo había subido dos o tres veces) fue tan emocionante hacer ese trayecto en familia, vimos la cueva imponente ante nuestros ojos. Nos tomamos una fotografía, que plasmó nuestra hazaña.
Bajando, comenzó a llover fuerte, pero en lugar de hacer una tragedia de lo sucedido, nos reíamos de las caídas, de quien se resbalaba y se llevaba a su paso a los que tenía delante o de quien se fue vestido de blanco y bajó marrón.
Esto lo hicimos por unos cuatro años consecutivos, tendremos que recuperarlo. Este año ni siquiera pude recibir el año junto a mi batallón, pero espero no se repita.
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